Yo no quepo en su cuerpo taciturno
ni el lunar que le aprieta por la espalda
ni le bebo el insomnio en el contorno
de su almohada sumisa a campo abierto
Por si acaso le traigo en el desvelo
saboreando el imán que por las noches
me resbala en los glúteos confundidos
entre espasmos de ruego y de silencios
Y me dejo guiar por las hormonas
porque tengo la sed de un moribundo
maldiciendo la muerte que se acerca
a lamer de mis labios un suspiro
Marina Centeno
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