Susurra a mi oído las mismas palabras que dice en cada encuentro: “te
quiero coger”. Siento flaquear las piernas. Caigo boca arriba sin evitar lanzar
un gemido de sorpresa. Me mira desde su altura mordiéndose los labios con un
sarcasmo insolente que me obliga a pensar salir del lugar y mandar a la mierda
toda la escena. No obstante, permanezco expectante a su mirada. Con
sorprendente ternura baja la cremallera de mis jeans y sus labios acarician con
suavidad los vellos que sobresalen de la ropa íntima inferior. Su lengua lame mi
piel con disimulo. Sin pensarlo atrapo su cabeza entre mis muslos mientras muevo
las caderas con un baile inventado en mi cabeza.
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