Día 45._
Si las comparaciones son odiosas, es porque siempre tienen un efecto reductivo, que es una injusticia de partida. ¿Qué es más, una montaña o una nube? La cuestión es absurda a menos que reduzcamos la montaña y la nube a un valor común. Solidez (gana la montaña), ligereza (gana la nube), brevedad tipográfica (la nube, en español), altura (según el caso). Pero ni la montaña ni la nube pueden reducirse a solidez, altura o brevedad. Esta injusticia se hace a ciertas obras cuando se les exige lo que no viene al caso, por comparación con otras obras en las que sí viene.
Pero lo peor sucede cuando el autor mismo, para competir, para superar, cae en la sumisión de esas comparaciones y se plantea falsas exigencias. El competidor es la forma activa del imitador. Por lo mismo, se condena a perder. Puesto que cumple fines que no son suyos, nunca logrará lo mismo que el autor fatalmente arrastrado a problemas que empezaron por ser suyos, aunque luego se pusieran de moda. Además para cuando tales problemas se ponen de moda, ha transcurrido un tiempo, lo cual quiere decir que, en alguna parte, alguien (demasiado ocupado con su verdaderos problemas para ocuparse de la moda) ya está creando algo que luego se pondrá de moda.
Nunca se acaba.