viernes, 26 de agosto de 2011

Terapia intensiva

Día 50.-


Enfatizar una emoción es hacer partícipe al lector. Transmitirle la emotividad en forma directa sin necesidad de alterar el ritmo cardíaco del poema. Mantener la voz poética en una dirección, atravesando caminos en el interior del poema, bajo el hilo conductor sin necesidad de alterar la figura principal.



Los delirios poéticos de André Cruchaga, por citar lo contemporáneo, tienen una carga suficiente que transmite al lector la emotividad de su cargamento, la textura rasposa y el hilo firme de su conducción. Para este autor no es necesario significar las emociones interiores del poema, salvo el interdiálogo que utiliza en determinados casos, que viene a colorear el paisaje histórico del poema.



No hay que menospreciar al lector volátil o no instruido, porque uno se lleva sorpresas. La captación resulta espontánea y altamente nutriente. El acercamiento ambiguo trae una manera diferente de entablar el diálogo con el lector. Tal vez, la rasposidad del primer encuentro sea moneda tirada al aire -con su cara y con su cruz -. Para el lector: el ofrecimiento poético de primera instancia. Para el autor, la emotividad.


Un lector sin registros en antecedentes poéticos llega cargado de expectativas y se vuelve ávido y totalmente receptivo.


Concebir la poesía desde una faceta "exorcística", es una falta de respeto al género. Su labor depende de la entrega al oficio y la permanencia del autor dentro del contenido. El trabajo exorcisante es una ligereza que asumen algunos autores para llenarse la boca de protagonismo innecesario y que al lector le resulta atractivo, no por mucho tiempo. La permanencia del lector depende de la capacidad del autor para incorporarse al poema y lograr que el lector la crea suya.



Marina Centeno
Yucatán México



(Derechos de autor/Mérida, Yucatán, 2011 "El lector, eje principal del contenido escrito")