a Manuel Centeno
Se resguarda el eco en la distancia
reclamándole edades a la risa
porque quedaron rotos los cometas
que gravitaron por toda nuestra casa
Aún se oculta la tarde en la palmera
y el gallo canta en la albarrada
tu abrazo es nudo
del silencio que cuelga de la hamaca
cuando se mece el sueño en el asbesto
porque la lluvia canta su calandria
Del arcaico ropero del abuelo
-conocido zaguán de cucarachas-
se convierte en gemido
el agorero son de la guitarra
Yo no sé - pero imagino –
que te espera el fantasma
presintiéndose solo
sin el dote servil de tu mirada
Nuestra casa es un cielo pasajero
de triste senectud
que hoy alberga silencios y añoranzas
Si pudiera cortarle la tristeza
bajaría los gajos de la adelfa
para alfombrar el frío del mosaico
y juntar nuestras manos
acariciar paredes y agujeros
sacudir el rescoldo con el guano
desempolvar el odio
y que ladren los perros
al corretear los juegos que partieron
al caer las aldabas
Volverían –quizás- los buenos tiempos
aletear las cortinas y floreros
repartiendo alegrías
para sacar el brillo a las cucharas
con la sopa caliente
en repleto manjar del chocolate
que batiéndose está dentro del agua
con el pelo revuelto y las maños pequeñas
sosteniendo migajas de esperanzas
…pero el tiempo surca la inclemencia
y decora las líneas de la cara
se desdoblan las puertas
y las llaves tiritan
al gotear los clavos por los huecos
para darle quietud a nuestra casa
Marina Centeno