Fotografía propiedad de Marina Centeno
El tiempo alarga sus garras a lo inhóspito
surca ciudades con la liturgia de las voces
porque se oxidan los maizales
cuando la luz del sol ya no le asiste
puede pasarle el viento a los limones
y sacarles el zumo
porque el monte es un hombre sin abrigo
que devora oscuridades con los ojos
cuando se quema el marzo entre los soles
y abril sahúma los carbones
Muere el verde en el hedor
donde se olvida el nombre de la lepra
Vuelve el anafre a reclamar su dote
para verle morir entre la estirpe
el insecto se plaga entre la fauna
y la flecha se incendia entre los dedos
mientras la deidad duerme en la mazorca
purificando al cielo
Volverán los días de templanza
a sembrar el oro entre los verdes
y bailará el fustán de la mestiza
al compás del folclor y de la danza
Me perderé – juro que me pdereré – llegado el día
sumergiré mi cuerpo entre las aguas
para morir de sacrilegio en la profundidad del pozo
y seguirle el viento a los chilames
para dejar mi nombre en el graffiti
porque el monte es un códice de dioses
Marina Centeno