La tarde se escurre por la ventana y el espejo se pone caliente ante el reflejo Son las horas más quietas cuando el umbral inicia en el abolengo de los pájaros al cruzar uno tras otros como ráfaga sin que sepan hacia qué dominio alcanzará la noche para meter el pico hasta que amanezca Todo tiene un color de desesperanza hasta las semillas crujen bajo la tierra Estoy a punto de amenaza Me cruza el labio los caballos en estampida de palabras No hago más que remitir el timbre hacia el teléfono con la costumbre que deja el atropello cuando me habla y pongo una flor a remojar cerca de la ventana Luego vendrán los días de invierno con su escarola de presentimiento dibujando en las nubes las figuras para hacer pasar el tiempo entre hilos de sangre y dos versos
Marina Centeno
Atardecidas Dostoievskanas de CONFORMIDADES