Fotografía propiedad de Marina Centeno
En la cuesta empinada de los glúteos
la salida entre faros de erección
es un monte abrupto de misterio
donde cede la tela con soltura
de dos lágrimas cautas de dolor
Más abajo el cielo se hace turbio
descubriendo el camino en cicatriz
con serpientes que surcan y entrelazan
las heridas antiguas de la piel
aterida de sendos nubarrones
y una vulva que espía la urticaria
para darse de lleno en la vejez
Llevo noches de entera vigilancia
en el punto que abruptan los anillos
de la luna que mengua en el ombligo
porque surgen libélulas al centro
cuando cae el crepúsculo en la tregua
que se cierne a mi pelo de homicida
al matar el tedio de mis canas
cuando busco escondrijo en el espejo
y le tiñó la edad al impostor
¡Cómo cruje la espina de doncella
en la médula actual de la pasión
porque tengo a dos partes la escalera
cuando busco lugar para el ayer!
¡Cómo frunce el labio la sonrisa
entre bocas de pura ingratitud
que se abre a la lengua en el cemento
que se encarna a los dientes sin marfil!
Ahora tengo el camino solitaria
al vacío y el vértigo del mar
cuando escarvan mis dedos la añoranza
entre espasmos y rienda pulcritud
porque soy el reflejo de lo impuro
en las ondas vaivén donde se instalan
las agujas del cáncer nauseabundo
supurando el pezón como lactancia
de la muerte que espera entre la bruma
de este tiempo de pactos y rencor
A destiempo se atoran los instintos
de la perra que habita en la matriz
luego el tiempo se cobra la osadía
y te ofrece el rasguño desazón
con antorchas de miedo en cada gruta
cuando llega la turba de la noche
a instalar su pliélago en la esquina
de mi cuerpo repleto de ansiedad
Marina Centeno