Desencarnó de mí la madrugada
para salir huyendo con la prisa
de los que tienen hambre de la luna
para vaciar el frío
Nunca tuvo la noche tanta sombra
cuando al pasar las horas los rasguños
devolvieron las costras en la carne
y me sangró la herida
Desde entonces yo vivo para el vicio
al derramar la sal en la palabra
por los cuatro caminos
Sin embargo aún tengo por los dedos
el quebranto del tallo entre las flores
como luz del imperio
Marina Centeno