jueves, 18 de julio de 2013

La sepultura




Tomamos el camino más amargo tan sólo para alargar el tiempo y de ese modo sentir la opresión que ejerce un cuerpo pegado al otro como una tumba para dos El viento sopla suave entre nosotros y la arena nos hunde los pies con su blancura de princesa A ese lado de la orilla los peces recorren siempre el aspaviento mirando la luna atestiguar lo incierto del mar a rompeola A lo lejos las luces del puerto parpadean más allá el malecón y la luz mortecina de los faroles chinescos apaciguan el semblante de licor con fumarolas amarillentas en lo maloliente de la noche 

Tuve tiempo de hablar de sombras y del modo que el tiempo impone su bravura en los bordes Hablé -también- de la carga funesta de llevarlo entre mis brazos saboreando los últimos halos de tropiezos cuando parece que la calle no termina nunca sino al contrario continúa en banda de arena dispuesta a fingir la atadura de la duna en el callejón de las premuras Luego permanecí en silencio sin saber por cuánto tiempo El rumor de las fosas nasales presenciaron la forma en que encalla una lágrima al suelo Después lo rudo de la pala al envasar el hueco Representando así la crueldad del hombre ante lo natural de la muerte Ver caer su cuerpo hacia la prontitud de la oscuridad Atrapado por un sin número de moléculas de arena cubriendo la armadura de su tórax y el engrane de las caderas hacia el lado derecho donde alguna vez estuvo el sentimiento atado a mí y a otro “yo” que aún no reconozco

Llegando a casa sumerjo el cuerpo con alcohol y hierbas El aroma penetra por mis poros y hace temblar la desazón de haber sido lo último que cercenó el amor

El libro en la mesa y en el resquicio de la puerta aún humea el recuerdo

La sepultura es el inicio del miedo Ahora tengo a mi lado el escapulario de los silencios y en el suelo aún rastrea el hocico hacia mi sombra mientras parece persuadir el ánimo que traigo desde la noche en que la playa se convirtió en cementerio

Marina Centeno
Yucatán México